Los ábregos llovedores trajeron,con el ángelus, este regalo doliente:
Cerrojos de hambre y espinas,
tristeza de carmelitas
allá en Ayala amanecen,
mientras mi alcoba se crece
helándome el corazón.
¡Que lejos os llevaría si pudiera, vida mía!
Pasión y emoción cedieron
ante el yerro de razón
y mudaron en estatua
los gestos del corazón.
¡Oh carmelitas descalzos
devolvedme el mío amor!
Sola y muda ya me deja
Solo y mudo allá marchó.
Con la mala fama que tienen estos vientos ábregos, no me extraña, que estos versos sean dolientes y a la vez hermosos en su composición...
ResponderEliminarBesos y mil gracias por tu huella.