Modesto
Expósito de la Cruz,
El
Barón domado
Junio
2019
Ella me gritaba en el restaurante El Covacho:
-
¡Quiero una puta o el Cartier!
No aseguro si el aullido era “la puta y
el Cartier” o “la puta o el Cartier”.
Copulativa o disyuntiva.
Estábamos bebidos. Decidí no terminar
mi Grey Goose y tratar de llevarla al hotel. Se dejó ayudar, más o menos.
Acompañé/llevé a Violante a su habitación, que era la 327. Pensaba desvestirla
y darle mi bendición de buenas noches. Quedaban tres o cuatro horas para que su
gente, la de su trabajo, la recogiera en el lobby
del hotel. Se puso a acariciarse el sexo y me hocicó, gafas incluidas, sobre su
coño húmedo y caliente. Hice lo que pude. Encendió el televisor y buscó un
canal porno. Yo estaba de espaldas a la pantalla. Ella miraba de soslayo a un
negro polludo que se la metía a una sueca, o lo que fuera, aquella puta rubia
de la peli piernográfica.
Se corrió, creo, y me fui a mi cuarto.
El 423. Yo era su puto esclavo. Iba de acompañante, hombre-objeto o petimetre.
Me daba igual. Estaba loco por ella. Hubiera sido su perro, si ello me permitía
lamerla y olerla.
Por el día ella recorrió su territorio
de ventas y yo compré lencería francesa en los almacenes de siempre. Mis
llamadas a su móvil estaban restringidas. No podía recordar la talla de sus
tetas para el sujetador. Tampoco la de sus caderas para el mini-tanga. Las
conocía al tacto y de memoria pero no traducidas al sistema de tallas de la
mierda europea.
Por la noche estaba cansada. O eso
creía yo. Me chupó la polla a ratos intermitentes mientras hablaba por el móvil
con Don Alfredo, el gran jefe. Yo pensaba: ¡qué leches de dignidad, si prefiero
5 minutos con ella antes que 30 años de vida, sin vida!
Ella quería ir a un cíber-café, pero
fuimos a un par de restaurantes a comer y a beber. En todos ellos vendía y
sonreía. Sonreía a los tíos y acariciaba a las tías. Yo bebía y me ponía burro
como un soldado con pase de pernocta. Al día siguiente se volvió a su tierra.
Me dejó tirado como a un caniche sin pedigrí.
Fui al aeropuerto para despedirla. Quizás para siempre. Casi conseguí no
llorar. Ella hablaba. Si yo metía media frase en su monólogo me decía: “no me
dejas hablar…”
No admitía palabras soeces, salvo las
que ella soltaba en la cama.
Decía
que yo tenía llamaradas y ramalazos. Las primeras eran buenas, por
inteligentes, los segundo malos, por…no me acuerdo porqué. Por vulgares quizá.
Estoy enamorado. Hasta los tuétanos y menudillos y me importa un carajo lo que
tenga que venir.
El
primer domingo de aquel viaje sin retorno a mi mundo antiguo, me llevó a misa
de una en la iglesia de San Francisco. Seguí la misa con atención, después de
cuarenta años de abstenerme. Casi con fervor. Ella vestía de negro, de punta a
cabo. Parecía la viudita de un capo siciliano. ¡Qué bella estaba! Llegar a
viejo para enamorarse de una real hembra. Joven y casada. Y madre.
Me
decía: “¡llama a tu amiga para que me coma el coño!”.
Mi amiga estaba en Madrid y nosotros en
el quinto pino. La llamé. Llamé a mi amiga. Ella me arrebató el móvil:
- Alóóó?, soy Violante. Nunca he estado
con una mujer. Las condiciones son: te pones un antifaz y, después, no sabes de
mi más nunca.
Yo escuchaba. Me la ponía tiesa, en
cada minuto y lugar. Y yo anciano y bebido.
- Tienes que comerme el coño con
delicadeza. Como quien lame un helado de cucurucho. Cada labio de mi sexo. De
cuando en cuando metes la lengua para adentro. Siempre tienes que tener la
lengua relajada, no rígida.
Mi cerebro no entendía nada. Estaba
fundido de amor y lujuria. Mi polla quería violarla en cuerpo y alma. Ella
buscaba su placer veinticinco horas al día. No me dejaba hablar, ni decir
tacos. Prefería mi lengua, inexperta, a mi polla, que tenía los cojones canosos
por el humo de cien batallas.
Para lamerle bien el coño a una tía hacen falta
unas cervicales de gimnasio.
Me duele el cuello, el alma y todos y
cada uno de mis músculos, tendones, menudillos o lo que sean. Tendones, fibras. Memoria, entendimiento y voluntad me duelen también. El amor
es una enfermedad y yo estoy en fase terminal.
Quiero a Violante.
De vuelta a su tierra me manda un
mensaje telefónico. Su amiga Alba le está comiendo el coño. Piensa que no me lo
creo y me manda una foto por el chisme multimedia. ¡Qué amiga! Piel suave. Pido
a Violante que me envíe urgentemente un mensaje-foto del chocho de Alba. Es
rosa, tierno y dulce. Me masturbo en el parque que hay delante del hotel.
Sesenta y dos años y mi elixir de amor
que se desparrama por un jardín de flora tropical.
Si Violante me dice ven, lo dejo todo.
No me lo dirá, porque…es católica,
apostólica y romana. Y por todo lo demás. Cuando se corre tiene cara de niña de
quince años.
En un gran almacén, parece una estricta
gobernanta inglesa. Me regaña: “tus padres no dirían esas ordinarieces”.
A mi me trastorna vestida de monja o de
puta de la place Pigalle. Ya sé lo
que les gusta a las tías. No es la polla, no. Es que la lengua de un
hombre-mujer les coma dulcemente el coño.
El semen sirve para procrear y para
transmitir el sida.
Yo sirvo para pagar pensiones a mis ex
y, para entretener tertulias de viejas damas indignas. De victoria en victoria
hasta la gran derrota final. Ellas dicen que el dinero es lo de menos. A mi me
sacan hasta la hijuela. Pero sigo siendo un hi…de puta para todas las tías.
Todas tienen agravios contra mí. Yo que soy un cartujo vestido de Façonnable.
Me dice Violante: “tú no estás
enamorado de mí. Estás encoñado”.
Dudo si hay diferencia. Quiero vivir
con ella y tener una hija con ella. No puedo garantizar qué sentiré dentro de
10 años, si estoy vivo. El amor es como los yogures, que tiene fecha de
caducidad. Ella no habla de amor. Me dijo en un SMS: “eso se pasa”.
Yo no pregunto por su marido. ¡Faltaría
más! No tengo celos de él, ni de Alba, ni de nadie. Tengo celos de mí, que soy
un gilipollas, vestido de gilipollas. ¡Hace veinte años hubiera traspasado el
código penal para llevarla a la fuerza a mi cueva! Agarrada por su hermosa
cabellera color hoguera de leña.
Esta mujer es más que yo. Su cerebro,
culo, tetas, caderas, piernas de corza y su voluntad irreductible me vuelven
tarumba. No se si soy alcohólico o si lo mío es contagioso. Pero la quiero y la
quiero y la quiero. Cuando vuelva a verla, en aquella casica blanca, me pienso
morir follando, a ver si le creo mala conciencia. Que no culpa, que no existe
¡joder! Esta mujer es un extracto de todas las que he amado.
Violante se cachondea de mi forma de
vestir. Si le digo: “pues esto es Marlboro Classics o Armani o Calvin Klein”,
se mea de risa. Promete llevarme de compras y ponerme más potente. De
apariencia, entiendo. Odia mis camisetas.
Su vello púbico es castaño, rizado y
muy abundante. Y sedoso y con olor a romero.
Duermo a saltos. Cada despertar, sin
ella cerca, es peor que el peor momento de mi vida. Las copas y nuestros bailes
check to check en el jardín del Gran
Hotel aún me marean de dicha. Se sentaba en la balaustrada de piedra y reía
como una cierva blanca. Reía al verme bailar sin mover los pies del suelo. La
salsa y las rumbas.
Es una diosa. Canta y baila con guasa y
garbo andaluz. Cantar no me deja, que lo hago mal, como casi todo.
A la salida del concierto llovía y
llovía. Fue cantando el bolero ese de las lágrimas negras todo el paseo
marítimo. Y bailando. Los paseantes nos miraban con envidia y nos birlaban un
taxi sí y el siguiente también.
En las cenas pedía media carta. Probaba
el primer plato y ya estaba harta, decía. Luego se comía todo. Sabía beber,
salvo cuado estaba agotada de ser sublime sin interrupción. En su trabajo era
la reina.
Aparentemente trataba a su gente como a
sus iguales, que no lo eran. Pero…ponía distancia.
Yo estaba de incógnito. Por primera vez
el ilegal era yo. O sea, que no podía tocarla o llevarla del brazo en lugares
potencialmente peligrosos. A veces me obligaba a caminar al revés. O sea, en
dirección contraria a la suya.
En nuestro primer viaje, en
habitaciones tan separadas como mi vida de la suya, yo no sabía si querría
sexo. Hasta entonces nos tocábamos en el vestíbulo de su hotel de la capital,
como dos cachorros del marqués de Casanova. Yo dejaba a Violante en el ascensor
y me iba calle arriba tapando mi sexo duro con un folleto que mangaba en el
mostrador del hotel.
En el primer viaje, en el primer día,
que fue el domingo de la misa, ya hubo sexo; el sexo más bello que he tenido.
El primer día o el segundo, que no puedo asegurarlo, porque no recuerdo sino a
ella, su dulzura, su malicia y su pureza para transgredir las normas.
“¿A qué no te crees que Alba me está
comiendo el coño?”.
Claro que yo la creía. Violante es
capaz de fundir lo que queda de la Antártida con la punta de su lengua. En un
plis-plas.
El animal más bello del mundo no fue
Ava Garner. Mentira podrida. Es ella.
Ella es austera. Viste de Zara o así y
no lleva joyas ni vainas de esas. Prefiere un buen vino y que le comas el coño.
Ahora, también quiere mujeres.
Reza cada noche y cada mañana. Duerme
dos horas y sigue siendo la mujer diez.
Una vez me sacó tarjeta amarilla. Pero
yo pensé que era la roja y casi la palmo. Tres larguísimos días duró la
sanción. Resucité con un SMS que me mandó desde Munich: “mi avión llega a las
22:45. Si quieres…”
Contesté al vuelo: “tengo fiebre pero
allí estaré”
Reservé mesa en la casa de comidas de
siempre. Como el avión se retrasaba, llamé a Marcelino para que nos guardara
unos langostinos, una ensalada y un par de lenguados. Violante estaba contenta.
La llevé hasta su hotel y repetimos idilio de portal, pero no merecí castigo
arbitral. Su rodilla entre mis muslos es legal. La mía entre los de ella, no: “eso
lo hacemos las chicas, no los hombres”.
Estoy dispuesto a obedecer, incluso si
decide meterme un paraguas por el culo y abrirlo luego.
“Si muero queriéndote, qué muerte tan
bella…” -pienso/digo-.
En el restaurante de nombre barojiano
contradijo al sommelier number one en
sus juicios sobre todos y cada uno de los vinos del menú de degustación. Y el
caso es que llevaba razón Violante.
Hallo más placer en untar bien a fondo
todo su cuerpo con la crema Nivea que el que me han proporcionado todas las
tías, juntas, que me he tirado en la vida.
Le gusta que le propine una buena
ración de shiatsu. Se pone en forma y pide guerra. Así ocurrió un día completo
de cama. Sexo - shiatsu - sexo. ¡Qué bella combinazione!
En la película póstuma de Robert Altman
el personaje Mujer Peligrosa resulta ser un sexy ángel de la muerte. ¡Ay de mí!
Mi problema no es tanto el hecho de
que, cada minuto del día, sólo puedo pensar en ella. Tampoco la circunstancia
de que no puedo arrancar de mis adentros su imagen, su ritmo, su sensualidad.
No. El daño serio es que me he enamorado como un poliedro. O sea, que todas mis
facetas, mis caras, se han enamorado de ella. Desastre total. Estoy al borde
del abismo. Aviso a los barcos pesqueros y a la navegación de cabotaje. Peor,
imposible. He pasado del absurdo al caos. De una situación grave a otra
desesperada.
Este servidor nunca había hecho el
sesenta y nueve. Es grato, menos violento que la cópula, más solidario. Me
gusta su clítoris, pequeño y sabio.
Ella es inteligente, que no
intelectual. Valiente y fuerte. Ahora está un poco bollaca, pero no tengo
celos. Siempre prefiero andar con tías y no con machos tontos del culo que eso
es lo que somos. Su cepillo de dientes tiene las cerdas desgastadas. Tengo que
decírselo. No está operativo.
Me enternece su modo de caminar, cuando
vuelve de trabajar al paso cansino de todo el trajín del día. Sus botas medio
camperas son para caminar, no para andar sobre moquetas. Se entrega a su oficio
con pasión de adolescente esclava del Sagrado Corazón.
En la cama se vuelca, pero exige más
aún. Todos los mimos y remimos son pocos para ella. Necesita, por lo menos, un
hombre a tiempo completo. Y un suplente de categoría.
Apostamos con frecuencia. El perdedor
se come el sexo del triunfador. Yo pierdo con fruición, dejando aparte la
cuestión del amor propio.
Nunca he querido, con pleno y libre
consentimiento, tener un hijo mientras he follado. Ahora, cuando lo hago con
Violante, deseo fervientemente dejarla embarazada. Así lo siento y así lo
cuento.
Su cartera de mano, la que lleva al
trabajo, es de colegial. Dentro van papeles que encuentra, o no. La grapadora y
el papel cello no aparecen. La quiero. Su bolso es un pozo sin fondo, una caja
de Pandora. La quiero.
Su maleta, con ruedas, pesa el triple
que la mía, pero en ella cabe la mitad. Quiero a Violante.
Ella y yo usamos constantemente la
misma barra de cacao para los labios. Amo a esta criatura que Dios me ha
enviado para volverme loco. ¡A estas alturas del partido!
Esta mañana, por primera vez, me ha
dicho que me quiere. Tres veces. Huelo a sacramento de la confesión después de
pedirme, y yo aceptarlo, que no tengamos sexo en un tiempo sin definir. La
quiero a ella entera, no por partes. Si no hay folleteo, no pasa nada. Quiero
que sea la última cara que yo vea en mi funeral.
Insiste: “¿te has apuntado ya al
gimnasio y a natación?”.
Estoy en ello; el asunto es levantarse
a diario para ir a mover el esqueleto, sin tocar un poco su culo y besar mucho
su boca y sus tetas y su fafariqui.
Vivir sólo es malo para el colesterol.
Estar loco de amor perjudica la tensión arterial. Yo padezco de ambas vainas.
Pero me llama por teléfono y parece que no me ha olvidado…
Cuando subes al dormitorio de una tía,
normalmente te dicen:
“Aguarda, voy a pasar al baño”.
Ella no. Huele a campo, a dehesa, a
pámpano, a flor de pitiminí. La ducha no le aporta nada. Ni antes ni después.
No huele a la mierda de olores químicos, de champús de detergentes y drogas de
multinacional… La quiero y muero por sus huesos. Por los huesos de sus
ronquidos.
Me llama. Como de pasada, me cuenta que
el domingo último, el siguiente al de nuestra primera misa juntos, se ha
confesado. Se confirma mi impresión olfativa:
- Padre, es que estoy como el vino,
fermentando, -dice Violante al intermediario divino en este mundo.
Cuento a mi niña que el día viernes
pasado, después de dejarla en el aeropuerto, cené en el hotel, con una
botellita de Mauro 2004. Me dice:
“Y yo ahorrando para casarnos”.
¡Ojalá fuera verdad!
Hoy está en la viña terminando la poda.
Cuando toca mi turno y puede atenderme, oigo su voz de diosa de dehesa:
-Buenos días Hosé (aspírese la “h”).
Buenos días Migué (sin “l”).
Por teléfono nota que mi voz no está
fuerte:
-Venga hombre. ¡Arriba!
Le cuento mi problema. Me susurra, casi
cantando:
-Eso. Lo mejor es estar caliente todo
el día.
¡Qué mujer!
Me cuenta como Alba le comió lo suyo.
Su lengua inexperta, pequeña y sabia. Sus tetas, las de la novia de mi novia,
son grandes y duras. Tres orgasmos y un
mar de fluidos que se tragó la chica del amanecer.
Siento celillos:
- La quieres a ella más que a mí,
-pregunto afirmativamente.
Me dice la diosa de la vendimia:
- Hombre, a ella la tengo más aprecio.
Desde hace catorce años me ayuda mucho en el trabajo.
Me quedo a lo pollito Kalimero. Me
consuela:
- Bueno, pero ya no voy a estar más con
ella. Sólo con hombres. Contigo me gusta mucho. El domingo fue fantástico. Me
follas como nadie lo hizo nunca.
Me animo y me masturbo. Al otro lado de
las ondas, su móvil me dice:
- ¿Ya te has quedao a gusto? ¡Ele! Me
voy a una reunión con Don Alfredo.
Hasta hoy, todos los días me da las
buenas noches, por SMS. Eso es muchisísimo…Si fuera mía pa’ lo que yo dure, la
ofrecería perlas y piedras y frutas traídas de países que no están en el mapa.
Hoy, miércoles de cuaresma, su primer saludo
me sacude:
“No pienses tanto en las cosas
materiales, sentencia”.
Me digo pa’ mis adentros: “sólo pienso
en ella. Si me levanto, o mejor, no me acuesto, es por ella. Sin ella me
dejaría consumir y volvería al polvo. Más sería polvo enamorado…”.
El reloj, los zapatos de jet set. Maneras de ponerme en pié y
hacerla sentir que la quiero.
Hablamos. Como siempre, lleva razón:
“No pienses en la disolución de la
sociedad. Se merece su mitad. Yo estaré contigo. Me encantan tus sorpresas.
Vive”.
Es mi recompensa por las cosas buenas
que habré hecho en esta vida. Digo yo.
Se conoce que los dioses adelantan mi
paraíso. Me dejan ver y tocar la mata de pelo que tiene mi niña. He puesto su
foto de cabello color fuego de leña, en la pantalla de mi móvil. La muestro con
orgullo. Los hombres palidecen. Las mujeres, más. “Parece guapa”. Se limitan a decir, muertas
de envidia.
¡Ay de quien ama!
Hoy, esta noche, estoy jodido. Hace tres horas he reservado
habitación en un Parador de allá abajo.
¡Hoy miércoles Santo! No he encontrado billete de bus. El taxi, dice ella, es
muy caro. Me parecía que estaba más cerca de mí que nunca jamás. Pero no. O sí,
que no lo sé. Recibo su despedida: “buenas noches dulce amigo”. Ni siquiera
apostilla “mío”, como en otra ocasión.
Viajaba con Alba. Mi viaje era una
presunta cita imposible. Me dice:
- ¿Te casarías con una mujer que hace
el amor con otras mujeres?
Contesto:
- Contigo, ahora mismo. Tú eres mi
diosa, no una simple mujer.
He pasado, como todos y cada uno de los
días desde que se me apareció ella en cuerpo y alma, del cielo al infierno.
Ella duerme con su marido. Sus hijos
andan cerca. Yo me lamo solo mis propias heridas. ¿Dolido? No: hecho polvo. Me
aguardan 4 días de soledad y mierda.
Amor y mierda bajo la luz de la luna
del jueves santo. Anulo la habitación del Parador del suroeste.
Esta mañana pregunté a Violante:
- ¿Cómo hacías en El Covacho, frotar
muslo contra muslo?
Responde:
- No. Se trata de mover la pelvis…te
pone caliente…Mujer sabia, mujer-hembra-mujer…animal hembra. Gracias Juan Ramón
Jiménez.
Siento que voy a vivir menos de lo
previsto por la naturaleza. Me importa un carajo. Si pudiera elegir preferiría
morir con mi polla, o lo que quede de ella, corriéndose en su vagina. Eso si,
después de haberle comido el coño, que es lo que le gusta a ella.
Mañana, Jueves Santo, trabajará en su
dehesa. Yo estoy más roto que su labriego más roto.
Roto, entero, solo. Mudo.
Me dice que será distinto cuando se le
pase la efervescencia. Pienso: distinto, ¿para bien o para mal? No sólo de mí,
sino de la humanidad en general.
Resulta que el día 18 no duerme conmigo
pues su vuelo a Brasil es a medianoche. Estaré con ella apenas unas horas
diurnas. Luego, ¡zácate! al aeropuerto para que un hijo de puta de avión se la
lleve a diez mil kilómetros de distancia.
Ella me manda el SMS de buenas noches,
buenas y frías, y apaga su trasto.
A mí, que me quedo de guardia, que me
den por el rulé…
Me dice:
“Me encantan los regalos. Ni mi padre
ni mi marido me los han hecho…”
Es ilógico. Si fuera mi madre, mi
mujer, mi hija, todos mis días serían un regalo para ella, y para mí. Me
muero de amor y a nadie le importa un carajo.
Las mujeres, son mudables, volubles.
Igual que los hombres, pero más.
Ahora
yo soy la otra, la otra, que a nada tiene derecho, por no tener un anillo, con
una fecha por dentro. Espero sus llamadas, sus mensajes. Me alicaigo si no da
señales deLos miembros del consejo regulador de no se qué, tratáronla mal. ¿Fue acoso? pregunto o, ¿qué fue? En
principio me dice que no, luego me quedo con ganas de meter cinco balazos a
algún hijo de perra. ¡Que nadie toque a la fiera de mi niña!, salvo su marido,
Alba, y...
Esta tarde/noche me ha dicho que debo
tomar decisiones:
“Resuelve tu situación. La disolución
de la sociedad no importa”.
Ok. Pero quiero el cien por cien de
Violante. Que nunca será mía ni de nadie porque ella es libre como pájaro de
sus tierras de dehesa.
Me muero de amor,
literalmente…Técnicamente, estoy muerto. Estoy pensando, digo yo, que si Alba
se tragaba todos los fluidos de Yolanda, sería porque no lamía, sino que sorbía
o chupaba o mamaba.
Esta mujer me ha dejado hoy, una vez más, sin una gota de
sangre en los bolsillos.
Después de pasar la noche en vela,
pruebo a dormir un par de horitas. Más que nada, por tener una experiencia
nueva. Me despierto atontolinado, mi estado habitual desde que me he enamorado,
y leo varios SMS de la niña de mis ojos.
Uno dice: “háblame”.
Otro: “te digo que me llames”.
Otro más: “y lo bien que me comes…”.
El cuarto: “si tu quieres, desaparezco”.
Quinto y sexto son gemelos siameses:
“pues tócame”.
Me quedo de muestra, cual perdiguero el
día en que se levanta la veda.
Me incorporo en la piltra y, sin beber
siquiera mi Actimel % materia grasa, llamo a la mujer que yo quiero.
Me dice:
- estoy con Albita, que me está
comiendo el coño…
Consigo balbucear:
- me lo imaginaba. Por eso te mandé en
la madrugá el mensaje tipo Aute “mira que eres canalla, ahora me dejas por esa
mujer…”.
Me dice mi criatura:
- que no, que no. No te dije nada
anoche, porque creía que no querías que nos lo hiciéramos ella y yo.
Y añade, más o menos:
- déjate de miramientos y únete a
nosotras…Y ahí que me ven ustedes haciendo de macho, con prudencia, en medio de
un bollo telefónico más caliente que un microondas a 900 grados Fahrenheit.
Pido fotos: ¡qué sexo, que tetas!
Albita, hija de mis entrañas, eso se comparte y se avisa, ¡coño!, no seáis
egoístas, que un cariño se hace a un burro…
Me pasa a su colega y juego al teto con
ella. Ya saben: tú me la sacudes y yo te la meto. Me corro como un torito
bravo, viejo, fané y descangayado, pero con más semen y vocación que un cartujo
en Cuaresma. Por cierto, que hoy es Jueves Santo. Amén.
Pregunto a ella:
-
¿Cuántas corridas llevas hija?
Me dice:
- Tres, y voy a por la cuarta. Hemos
dormido juntas. Eres tonto. Tenías que haber estado con nosotras anoche. Vente
pa’ cá, no seas bobo. Coge un bus.
Ese acá de las niñas que están con el
clítoris como capuchón de un cofrade disfrazado de nazareno, dista 250
kilómetros de mi lecho.
Las dejo con sus corridas, sin
picadores, y me pongo a desayunar mis frutas y toda la pesca , no sin que antes
mi hembra me recuerde, telefónicamente:
“El coño de Alba es mío y tu polla,
también. Mi coño es mío. ¿Está claro?”.
Está clarísimo. Y además, estoy conforme.
No m’acuerdo si también son suyas boca y lengua de Albita, que compiten, por lo
visto y oído, en la champions league.
En la final, por supuesto.
Recurro a un poeta hispano-peruano de
finales del SXVIII:
“No nació la mujer para verse sometida
porque
tiene carácter indomable;
y
pues prudencia en ella nunca es dable
no
nació para verse obedecida”.
Este
Mariano Melgar está lelo. Yo sí voy obedecer a
Violante. ¡Anda que no!
Matrimoniaría con ella, aunque tuviera
que compartir con Albita el viaje de novios a las islas Seychelles.
Algo
así hizo mi abuelo materno. Se llevó a su reciente y joven desposada,
juntamente con su querida, que era, creo, de etnia gitana. A eso le llamo yo no
ser racista ni egoísta. Los tres, a París. Parece que mi abuela no sabía que en
la suite de a côté estaba instalado
el otro vértice del triángulo.
Con el capítulo cerrado, me llama mi prenda adorada. Con su
voz de niña de primera comunión me ruega:
-
Por favor, ayúdame a que no vuelva a caer con Alba.
Prometo
ayuda. También observo:
-
He leído a Marcial, a Cátulo, a Apuleyo, a Juvenal. A los clásicos. Nuestros
juegos son de parvulario. Y el sexo es moral y costumbres.
Promete
por sus ancestros no volver a juegos lésbicos. Estaré aquí para ayudarla y
quererla...caiga quien caiga.
- ¿Ves como tu Semana Santa en soledad
no está siendo tan mala?
La amo a morir.
Viernes Santo. Me acosté ayer sin mensaje de buenas noches.
Hoy me saluda su SMS:
“Aquí
está tu duende, pero no puede hablar…”.
Instantes
después me llama:
“Te quiero mucho. Cuídate. Haz ejercicio.
Lleva horarios más regulares. Duerme. Te quiero disfrutar muchos años…los ratos
en que pueda ser. No voy a dejar a mi familia. Nos daremos mimos tantas veces
cuantas sea posible…”.
Asiento.
Lo que no puede ser, no puede ser, y
además, es imposible. De todas formas…l vida. No puedo atosigarla. Su marido,
sus hijos…A veces se me va el dedo y llamo. Cuelgo enseguida. Me despierto
móvil en mano. Mando un mensaje, para que lo abra al despertar. Me levanto y
fotografío la luna llena. Vuelvo a la cama. Intento dormir otro rato. Acecho el
móvil. Nunca viviremos juntos, me dice el cerebro. Ya veremos, me dice el
corazón.
-
¿Has hablado con Alba? –pregunto.
-
Si –me contesta. Ha comprendido. Está de acuerdo en que no puede hacer eso a mi
familia, –añade. Nos hemos reloqueado, pero nunca más –apostilla.
No
me atrevo a pedir a Violante el teléfono de Alba. Podría malinterpretarme. Se
trataría simplemente de llevar palabras de consuelo a una cría que estará tan
hecha polvo como yo. Si bien es cierto que ellas trabajan juntas, codo con
codo. Y que yo estoy en mi destierro castellano.
Yo
soy un acompañante con contrato a tiempo parcial y discontinuo.
Anoche
llamó la notario desde el lago Como. Rechacé sexo telefónico, por ella ofrecido.
Con estilo y afecto.
No
puedo dejar de pensar en mi duende.
Nueva
llamada al estilo coitus interruptus.
Aún así, me dan la vida. Prefiero oír su voz un segundo a vivir mil años sin
sus gritos y susurros. Su voz es de niña. Una vez, en el cuarto de baño de su
habitación 327 del hotel en que me fue revelada su verdad y su belleza, la
llamé “mamá”. Ni el mismísimo Freud podría ayudarme. A la mujer casi hija, de
quien querría una copia clónica en forma de bebesa pelirroja, la llamo madre.
¡Madre del amor hermoso!
Landero,
hoy en Babelia, dice lo que yo pienso, con Shakespeare: “el mundo de la
literatura debe ser absolutamente libre”. Es el lector quien debe poner la
ética. No hay escritor más amoral que Shakespeare…sus obras son un desfile de
maldades. Pero él, ni juzga, ni entra, ni sale. Lo deja al juicio del lector.
Dice
el de Almendralejo: “no se puede escribir para gustar y mantener el éxito,
porque se pierde la libertad esencial de escribir lo que te dé la gana”.
Ahí,
ahí te quería yo ver…Sólo le falta decir que los libros son hijos del autor. Y
mis hijos no están en venta.
Sábado de Gloria. No hablo cara a cara con nadie desde el
martes noche.
No
me quiero poner tremendista, pero soy un claro aspirante a que algún vecino, a
la vuelta de estas jodías vacaciones, huela en la escalera a cadaverina. Los
bomberos derribarán mi puerta blindada y…prefiero la incineración. La urna con
mis cenicitas, por favor, que se coloque encima del televisor. ¡Ea!
Bombardeo
a mi bella castúa a SMS. Dice que quiere más. Igual es para que yo no suelte la lágrima y me calle un rato. Es
un cielo. Se lo agradezco.
Lo
que pasa es que mis esfuerzos literarios condensados en SMS son efímeros y
equívocos. Efímeros, porque mi hembra, cuando los abre y lee, borra inmediatamente
su contenido. Por razones obvias pero duras de tragar para mí, que las trago.
¡Qué remedio! Y mi literaturilla vía móvil se presta, además, a equívocos.
Esta
mañana, muy tempranito para mis hábitos, mando dos mensajes casi de seguido.
Uno dice: “la realidad se me ha caído
encima y me hiere. Nunca vivirás conmigo. Estoy solo. Con tus ojos de seda amas
todo lo que miras y no tienes una mirada especial para mí”.
El otro reza así: “cuando no
encontramos la forma de hablar mucho juntos, a mi me parece que me olvidas”.
Recibo una respuesta de Violante que es
modelo de escueta redacción: “jamás”.
Me quedo fotut. Esa palabrita tiene
tres posibles interpretaciones, para la mente de un orate enamorado y aventado:
a) jamás viviré contigo,
b) jamás tengo una mirada especial para
ti,
c) jamás te olvidaré.
Me sacude el rayo que no cesa y mando
un mensaje ciberespacial a vuelta de correo: “Estoy hecho polvo. Jamás ¿qué?
¿por favor, te llamo un segundo y me lo aclaras?
Obtenida la autorización reglamentaria,
con un parvo “si”, me dice mi reina mora:
-
Jamás te olvidaré.
Me
hago el tonto:
-
¿Jamás me dejarás de querer?
Responde:
-
Jamás te olvidaré.
Con lo cual que me repongo un poco,
pero…vuelvo al remolino de mi locura de amor. “Jamás te olvidaré” puede
significar:
a) guardaré un grato recuerdo de ti más,
pero, aunque, sin embargo…
b) no te olvido, pero vete acostumbrando a
verme poco y pocas veces.
Estaré mochales, pero ese tipo de frase
se dice a un amante cinco minutos antes de coger un barco hacia Madagascar. Y
más nunca, nunca más vuelves a saber de la persona amada. Señoras y señores, el día que a mi me maten,
que sea de cinco balazos, etc. etc.
Si mi móvil tuviera memoria para
conservar todos los mensajes que he mandado a la dueña de mi corazón, igual
tenía a mano un best-seller…
La notario salta al terreno de juego y
“me envía todo su cariño desde la nieve de Cortina d’Ampezzo”. Pues qué amable,
pero yo no quiero ser consorte de una notaria consorte, que quiero ser capitana
de la tropa aragonesa.
Se me ha ido la olla…pero ustedes ya me
entienden.
“Feliz Domingo de Gloria” –me dice su mensaje a las 8:23:38
a.m.
Contesto a las 10:40:03 “Feliz domingo, gloria mía”.
Continúo a las 12:57:34 “y lloro sin que sepas que el llanto mío
tiene lágrimas negras…”.
A las 18:02:19 subo el tono lírico y
quejumbroso: “día de primavera. Pienso en abrazarte. Cruje la grava del camino:
vuelve tu marido. Se escurre la lluvia sobre mi soledad. Escribo con frío en la
espalda. Cuatro días a solas con la luna, sin mi estrella…”.
Al releer este último, por ahora,
lamento mío, se me ocurre que para lo del frío, no hay nada como poner la
calefacción. ¿Y para la soledad? No hay NADA. Porque sólo quiero romperla con
ella. Lo cual no quita para prometerme que no debo ser reiterativo, pues voy a
cansar a esta criatura que me ha caído de los cielos, cual Dorotea. Lo que no
termino de ver claro es si el regalo de la divinidad es pa’ bien o pa’
castigarme por gilipuertas…y por mis pecados pasados, presentes y futuros.
Hoy me despierto de un sueño de
cincuenta años. Recuerdo mi regla de oro: un amante a tiempo parcial, no debe
ser nunca un pesado, un plomo…No, que para eso ya tienen las pobrecillas a sus
esposos.
A las nueve de la tarde/noche, el cielo
de mi calle se rompe en luz, las nubes se levantan y los pajaritos cantan. ¿Es
un milagro? Si, mi prenda adorada me dice en un mensaje que:
“Te echo de menos, buenas noches…”.
He vuelto a la normalidad anormal que proporciona la rutina
laboral de la mujer de mi vida. He hablado con ella. Está en el despacho de su
bodega, pues la poda de las viñas terminó felizmente.
Su voz me conmueve y casi más su letra,
que hoy lunes de Pascua, se me ofrece al recibir por correo una postal suya. Su
escritura es tal que ella, alegre, apasionada y…contradictoria. Su despedida me
ordena :
¡¡RECUERDA!!
No hago otra cosa. Vivo de recordar su
piel, sus manos, sus senos de madre adolescente, sus nalgas de reina de la
vendimia. Su fuerza,su ilusión, sus
arrepentimientos.
Ella odia que le quites la razón. De todo sabe más que tu.
Detesta que la agobies. Quiere decirse que, cada segundo de su vida, yo tengo
que hacer lo que a ella le de la gana, incluyendo esfumarme, temporal o definitivamente. Es desconfiada.
No cree en mi palabra, ni en mis actos. “No es amor lo que sientes por mí, -me dice- porque el amor sólo existe
cuando es correspondido” (!!!). Ella no me quiere porque es casada (tres bis).
Arroja a mi cara mi origen granaíno. La mala follá y todo eso. Ella vive de su
trabajo. Yo no he pegado golpe en mi vida. Su trabajo incluye hablar una horita
por el móvil para asuntos que se pueden despachar en 5 minutos escasos. Se
burla, con estilo de señorita de provincias, de cuanto no entiende. Busca la
confrontación personal: “eres un cacho carne con ojos, no reaccionas, pollito
Kalimero”. Etc, etc.
En
esta etapa de su vida ella tiene algún flanco vulnerable. Cuando está caliente
necesita que un hombre, o una mujer, le coma el coño. Se corre, termina, se va
tocándose el clítoris ella misma. Ha descubierto que no existe el orgasmo
vaginal. Follar puede resultarle placentero en la medida en que el pubis del
hombre estimule su clítoris, ese cuerpecillo carnoso eréctil y que sobresale en
la parte más elevada de la vulva femenina. ¡Bien por la Real Academia!
Su altivo orgullo no le impide aceptar,
con fruición, regalitos de su amante. Soy un mierda, pero si la falda de noche
es la ideal para deslumbrar a los suyos en una boda familiar en su tierra, pues
hay sexo. Y puedes meterle la polla, eso sí, sin correrte dentro de ella.
Permitido está hacerlo en su bellísimo vientre, en sus pechos imperiales o en
su sedoso vello púbico.
Compré su tenue
de soirée porque la señorita del campo me besó, caliente, después de
haberme insultado durante horas.
Cambió de rostro y, casi por entero, casi de
actitud. Se probó con pasión, mirándose 30 veces en un espejo de cuerpo entero. Mi ropa es ridícula,
ya que me gustan las marcas. Soy un pijo. A ella sólo le gustan los
complementos de Pomellato. Me transfiere por sistema sus responsabilidades. Si
ha tenido sexo con Alba durante largas horas y en larga noche, la culpa viene a ser mía porque
yo provoqué la situación insular que la
llevó a los brazos de Alba, por arte de birlibirloque. La notario, el mencey,
los coqueteos con camareras y dependientas, todo eso es por mi grandísima
culpa.
Me
duelen las cervicales y todos y cada uno de mis músculos y tendones. Le gusta
con pasión el shiatsu que la propino con mañoso esmero, aunque luego me maten
las agujetas. No lee nada. El móvil se lo impide. “Yo trabajo, ¿sabes?, para
comer”. “Me levanto a las 6 y 20 a.m. Pongo la lavadora, dejo preparada la
comida para mi marido, ¿sabes?”, “ordeno la ropa, rezo mis oraciones y hago mis
ejercicios”. Y yo me digo: ¿cuál es el futuro de su empresa? Cuando muera el
fundador... ¿cómo se llevará Violante con los herederos del amo?
No tiene escrúpulos para mentir en casa
para quedarse a dormir en un hotel de carretera con Albita. Horas de comida de
coño. Violante no come coños. A ella le comemos el suyo su marido, Ana y yo. Y
yo llorando como María Guerrero. “La comida no se deja en el plato”. Aunque sea
la mierda más mierda, en el restaurante más mierda del planeta, ella la engulle
sin ganas y sólo para darme una lección, al
tiempo que me monta la bronca más dura y agresiva que he sufrido en mi
vida. Todo es cuestión de educación, principios, fundamentos religiosos y
respeto a las formas de nuestros padres. Me devuelve el reloj Wempe de hombre.
Se ofende porque lo guardo en el bolsillo de mi chaqueta. Luego, en casa o
donde fuera, que no me acuerdo, lo vuelve a tomar y colocar en su muñeca.
Nunca, casi nunca agradece mis SMS. Pero si no mando 6 u 8 al día, los echa de
menos. Cuando la digo que son míos sin descartar alguna influencia de mis
lecturas de los clásicos me dice “algunas cosas me suenan…”. Mis fuentes conscientes o inconscientes
apenas si han sido leídas por ella, bajo
apuesta. Estoy cansado. De mí, de ella
y de todo lo demás. Pero… ¿la quiero?, ¿la necesito? Vivir con ella debe ser un tormento.
No
quiere que la exhiba como conquista. Ni como nada. Casada, casada, casada. En
cualquier lugar del mundo mundial pueden
asociarla con su familia, con su maridito lindo ¡ah! y ¡con el Puerto!
Mañana regresa de Brasil. Mi
plan de acción: esperar noticias e instrucciones. Ninguna queja ni
lamentos. Ella estará cansada. No tiene culpa de nada, piensa ella. Es casada. Y menda no puede mostrarse ni
cabreado, ni borrego, ni irónico…
Domingo de abril. Estoy pasando el día más feliz de mi vida.
Una vez más, Violante me sorprende y arrolla con su belleza, sen-sexualidad y
¡cambio de planes! Convencido estaba yo de que mi estrella errante pasaba
fugazmente por Madrid, como rayo de sol por el cristal. O sea, sin que este
humilde servidor suyo pudiera ver, y menos tocar, a la niña de mis ojos. Y
¡héteme aquí que paso todo un día a su
vera! Me ha vuelto loco en la cama, a pesar de su viaje transatlántico, sin
dormir y con mal cuerpo...Lo del mal cuerpo es un decir: me conmueve su belleza
interna y externa. Sus caderas, su trasero, su pecho firme y claro. Su fuerza,
vitalidad y pasión por todo lo que conoce y quiere y por todo lo que quiere
conocer. Mi orgasmo me ha puesto, gracias a ella, al borde del desmayo. Parezco
una doncella en su noche de bodas...
Ella descansa y yo velo, feliz, para que
su sueño sea dulce y reparador. ¡Un ángel en mi vida y en mi casa, tan vacías
en estos tiempos! Por un día con ella doy mi vida entera. Lo que me quede,
que de lo anterior ya hice el gasto.
A lo largo y ancho de 28 horas y media, mi
diosa se dedicó a procurarme la felicidad, ¡sin siquiera abrir su móvil!
Escuché de sus labios de fresa cosillas tan estimulantes como las que siguen:
“¿en ésta casa no hay dos tenedores? ¿Las berenjenas dices?, si estuvieran
calientes...”. En la cama: “¿me dices que me quieres para despabilarme o qué?
¡Qué pijo que eres!”. También me dijo que nunca jamás nadie le había follado
tan bien. ¡Ele! “¿El albariño? Te lo
tomas tú, que te gusta el blanco...” ¡Qué pijo eres!”. Aquél paréntesis de placer terminó, físicamente
hablando, cuando la deposité en un bus exprés que partía para el suroeste.
Desde que amo a Violante he cargado más maletas que los hoy extinguidos mozos
de estación: ¡ay de mí espalda de veterano golfista! ¡Cuán lejos los tiempos en
que era yo depositado en las mullidas poltronas volantes de grand class de las aeronaves
transatlánticas!
¡Ojo! No cambio un minuto con mi reina
mora por toda mi vida pasada. Y de la presente y futura sólo quiero los ratos
que los dioses me regalen con ella. ¡Dorotea de mis entrañas!
En casa le ofrezco unos gruesos calcetines blancos. “Nunca
blancos Va contra mis principios”. No me atreví a contraar- gumentar que eran
prendas deportivas de golf de triple
hilatura egipcia, made in England, que utilizo para estar cómodo y descalzo en
casita.
Pregunto a Violante ¿qué tal tu
familia? Responde con su voz de miel con tequila: “bien...bueno....”. No quiero
saber nada más. Hoy me ha llamado “tesoro”. Hace tiempo me adjetivó así en un
SMS.
- ¿Hasta cuando puedo beber del mágnum
de LAN que hemos abierto? Quedan más de dos tercios de la botella...
- Hasta que se acabe el vino, responde
con sorna la diosa griega
Cosas de mi Violante, ahora que ha
empezado mayo, del año de gracia del dos
mil y tantos:
“Me molesta que no se me entienda. Ya
sé que cambio de planes, pero me explico muy bien. Igual me pasa con el
presidente”. La comparación me gusta, porque tiene ley a su patrón.
“Alba me ha preguntado por ti.
Sospecha”.
Si trato de restar trascendencia al
asunto y hablo de celos de Albita...me regaña y alecciona, con su inteligencia
y dotes didácticas y de mando.
“Llámame de cuando en cuando por el
fijo. Cuando te cuelgo es porque”... Oso interrumpir... “porque debes hacerlo,
supongo...”.
Quien dijo que es preferible morir de pié a vivir de rodillas no conoció a
mi rosa de pitiminí.
Patético de mí, un día se me ocurre
farfullar: “soy un caballero y una buena persona...”. Respuesta: “eso no lo
tienes que decir tú.”
La escena final de este cuento de amor, pasión, sexo, gritos
y susurros se desarrolló ayer en un maldito restaurante de Albacete, ciudad
marinera donde las halla. Miami Park se llama el pretencioso y hortera comedero
de constructores y vinateros.
Que yo termine visitando una feria de
vinos en La Mancha, de cuyo nombre no
quiero acordarme pero que se llama Fenavín, es un misterio inextricable, que
sólo encuentra su sentido a toro pasado.
Es decir, he venido aquí, porque los
dioses querían que fuera en esta mierda de restaurante de esa capital de caca
donde tuviera lugar el acto final de nuestra tragicomedia. El the end tiene su miga, porque no ha
faltado tensión dramática, pathos y
sexo coloreado por la ebullición de una mujer en el clímax de su madurez
biológica. Vamos, que está como el vino, fermentando, según ella misma explica
a su confesor.
La criatura llega a Albacete tal que un
domingo, después de dormir dos horitas no más. Y ello porque había tenido una
boda familiar la noche anterior, que terminó a las 6 de la mañana. El madrugón
se lo dio porque quiso y porque tenía que ir a supervisar el montaje del stand
de su bodega en Fenavín. Furgoneta, conducida por su maridito lindo, todo ello
amenizado por la compañía de los dos
hijos habidos en su matrimonio. Paliza en la instalación. Se registra en el
hotel apenas unos minutos antes de que yo desembarque en la estación de esta
ciudad, tan marinera ella. Llamo desde el AVE y me contesta con la voz de
conejito dulce y tierno que pone cuando quiere y cuando tiene que hablar bajo
por haber moros en la costa. O ropa tendida. Cuéntame que está rota de
cansancio, que se va a duchar y que suba directamente a la 215.
En realidad no subí inmediatamente a su
cuarto, porque preferí esperar a que el AVE me dejara en el andén, más que nada
para no apearme en marcha. En Albacete no hay taxis en la parada a ellos
destinada en la estación. Más de media horita necesité para que acudiera uno.
Invité a taxi a una pareja de cerdos (macho y hembra) que se alojaban en el
mismo hotel que yo. Ni las gracias me dieron, oiga usted.
Subo a la 215, con la emoción, intriga
y dolor de barriga de no saber si me esperaba una ración de sexo a lo Violante
o si el plan era cenar fuera. Ella decide que lo segundo. Yo también tengo
hambre pues me he alimentado en este día del Señor sólo con manzanas de esas de
color verde subido y que van bien untaditas de cera.
Como ella come al mediodía, prefiere
tapas por la noche. A mí las tapas me matan, por la acidez de estómago, por el
colesterol y por lo malísimo que es la sal para la hipertensión familiar que nos
persigue. Pues anchoas en salazón, mejillones en escabeche (muy buenos, que
conste) y aceitunas que te crió. Y si no quieres caldo, dos tazas. Y como sé
que te gusta el arroz con leche, por debajo de la puerta te metí un ladrillo.
Copitas de vino blanco, de una uva aquí omnipresente, llamada airén.
Consumidas las tapas, y con un
cansancio enorme en su rostro, que va acusando las palizas que se pega, cual
calvinista opusiana, decreta que tomemos carne en un restaurante. ¿Sabe ella
que yo no como carne, ni grasas animales, ni sal? Saberlo debiera, pues se lo
he dicho en más de una ocasión.
Nos sirven un entrecot cortadito en
trozos y más frito que un tejeringo granaíno. Consigo pedir una ensalada, eso
sí, que lleva más atún en escabeche que verde que te quiero verde.
De vuelta en el hotel, me entra un ataque de
caballerosidad y ofrezco a Violante dejar el sexo para otra ocasión, a la vista
de su cansancio, tan justificado. Es la
persona que conozco que trabaja más horas, si bien ignoro si lo hace con aprovechamiento.
Se lava y asea, se pone su camisón,
gracioso y de infantiles cuadros, se mete en la cama más cercana al baño
y…termino masturbando su clítoris con un artilugio a pilas que compré el sábado
pasado en un sex-shop de la madrileña
calle de Atocha, llamado “Tu mundo fantástico”. Primera vez que entré en un
comercio de ese ramo.
“¡Me he corrido!” gritó con alegría.
Añadió si yo quería hacerle el amor. Se lo agradecí en el alma pero no me
pareció correcto follarme a una cría cuasi
dormida. Por cierto que a la mañana siguiente, en que tampoco tuve yo sexo
porque la niña se iba zumbando a la feria, tuvo tiempo para decirme que anoche
le hubiera gustado que la follara, pues siguió caliente después de su corrida.
Yo que soy/era su acompañante y amante
a tiempo parcial, me quedé un rato más en la cama, pedí a la cafetería un plato
doble de frutas troceaditas y me aseé con mi parsimonia oriental.
Pasé por la estación para sacar mi
billete de vuelta a Madrid y me fui a visitar la Feria. Estaba bien advertido de
no osar saludarla hasta que ella me lo indicara con algún gesto. Me recordó al
príncipe Felipe, en una recepción en los jardines del campo del Moro.
Tomé 3 ó 4 vinos a hora, para mí,
inusual e inadecuada. Había reservado mesa en el Miami Park de los cojones,
simplemente por si ella podía desprenderse un rato de su trabajo y de su gente.
Finalmente, a las 14:20 horas me saludó y dijo que podíamos comer juntos, sin
emplear en ello más de hora y cuarto.
El paseíllo hasta la salida del recinto
ferial fue cómico, pues el guión exigía no andar próximos, ni hablar o
mirarnos. Soy mal detective o espía. Doy más el tipo de Peter Sellers que de
Michael Caine.
Mi fiel taxista Alpidio, que me había
recuperado horas antes mis gafas parisinas que olvidé en su vehículo, nos
esperaba a la puerta.
Una vez en el taxi, noté, por enésima
vez, que su trabajo la agobia o estresa. Vamos, que no lo somatiza bien.
En el cuarto de baño de los hoteles
siempre lee lecturas religiosas . En
este episodio final y sin retorno, no me ha besado en la boca, ¡porque ha hecho
promesa! La puedo masturbar con un artilugio
made in china, pero no me puede besar. Adultera conmigo pero reza, confiesa
y no puedo decir ni puñetas en su presencia.
Mira y toca a cualquier chica que acaba
de conocer. Pero tiene miedo de su historia con Alba.
Al llegar al restaurante me recrimina:
- Has llamado de tú al taxista.
Sentados en la mesa le pregunta al
maître si podemos comer en una hora. Como tiene prisa, decide pedir lo que más
se tarda en comer en cualquier restaurante: el menú largo y estrecho. Natural.
Demanda no se qué vino tinto. Y cometo
un error im- perdonable. Se me ocurre
preguntar si está frío o a la temperatura ambiente, que son 30º. Se cabrea y
pide un vino llamado Señorío de Guadianeja porque sí está frío. Me espeta:
- Es malísimo, bébetelo tú…
Y voy y cometo otro error imperdonable
y no perdonado. En lugar de comportarme como un cacho de carne con ojos, como
hice en la anterior bronca de Madrid, respondo con dos o tres sarcasmos finos.
Y ahí vino el terremoto:
- Eres mala persona. En cuanto se te rasca,
aparece un pijo mala persona.
Irónico, empleo una metáfora que
Violante usó en Madrid:
- Y tú te pones de manos, como los
caballos…
Si hubo mucho más, no lo recuerdo. Yo
estaba cabreado de tanta sumisión pasada. Y de que ella se encuentre bien
contra mí. Y se me olvidó que no debe uno juzgar a la persona amada.
Ella tenía prisa. Debí de decir que
Alpidio estaba en la puerta esperando y que podía llevarle a ella primero a la
feria y que luego el propio taxista podía recogerme a mí para llevarme al
hotel.
- ¿Me echas? -repuso fúrica. Se levantó, me
dio la mano con gesto ridículo y fuese y no hubo más. Salvo dos vodkas que me
tomé de postre y que me sentaron malísimamente mal.
Fin de la historia. Espero que salga mi
tren de vuelta a Madrid hoy martes 9 de mayo.
Una cosa más. El día de la bronca de
Madrid, yo usaba colonia Miyake. En Albacete volví a ponérmela, después de
muchos dias de usar otra.
Si quieren ustedes terminar con una
historia de amor y pasión, usen colonia Issey Miyake. No falla.
Por San Isidro el
castigo final continúa. Apuesto por la gran ruptura. Ella no puede vivir con
tan grandes contradicciones. Fe y prácticas religiosas. Novenas y confesiones
al cura del lugar de sus adulterios con Alba y conmigo. Por separado
¡desgraciadamente!, que no me importaría meterme en la piltra con las dos a la
vez.
Yo asumo mis contradicciones porque
conozco la naturaleza humana e ignoro la divina. Ella convive con sus ángeles y
sus demonios, y cree en Roma.
Violante tiene un trastorno bipolar
permanente en su relación conmigo. Por un lado, me ve pijo, snob y señorito
clasista. Por otro, le encanta que la lleve a los sitios más pijos, a cenar o a
bailar, y que le regale ropa superpija y lencería supercara. Sin duda influye
en ello su educación de señorita de provincias, su trabajo más rural que urbano
y su cacao religioso-cultural. No ha leído ni un solo libro de los que me
marcaron en mi vida universitaria en pleno franquismo. Vota al PP y desprecia a
los sociatas, por rojos y ateos. Todo lo anterior no le impide pedir a una
compañera de trabajo, perteneciente al pueblo soberano, que le coma el coño en
los arcenes de aquellas carreteras del suroeste. Eso sí, ella no corresponde a
Albita, porque le da cierto asco lo del cunilinguus
activo.
Anoche tomé la sublime decisión de
suspender sine diae mis SMS a ella.
Ya veremos cuánto dura mi dureza. Ni siquiera sé si son leídos o borrados sin
leer...Todo el puto día de hoy he reprimido mi natural de mandarle 500
mensajes. Todo un hombre.
Me acuesto ágrafo. Sufro.
Me levanto huérfano de su amor, que es
el de una rosa venenosa.
!Difícil desamor!
Hoy es viernes y todo está muerto.
¡Sólo los vencejos del barrio pían con gusto! ¡Vete de mi vera! Canta Manolo
Caracol.
¿Cuánto se tarda en olvidar a un
amor-pasión no desgastado por el día a día? Mi frenesí está resentido por sus
broncas, pero...deseo y añoranza siguen y siguen los muy cabrones...
Hoy es sábado, el calor aprieta y mi
soledad ahoga...me abrazo a sus ausencias y me cago en todos sus muertos.
Atravesada en la garganta, me atormenta esa secreta mujer.
El
pasado día trece de este mes de las flores a porfía, mandé a la chica de la
empanada religiosa y cultural un SMS que así decía: “siempre cuesta empezar a sentirse
desgraciado. Miro cómo te vas alejando... y te añoro”.El día anterior otro tal
que así: ¡Qué tristeza cuando hasta en tus sueños me sigues evitando!”.
Miércoles de mayo. La historia se
acaba. El pasado abril un SMS para la emeritense decía: “beso a beso recorro tu
pequeño infinito...buen día mi pequeña criatura...blanca poesía...amor
perfecto...constante....”. ¡Qué risa tía Felisa!
Es domingo, supongo. Quizás sea veinte de mayo. Esta madrugá
he sucumbido a la tentación de mandar a ese cáliz de pecado un mensajico de
amor eterno. ¡Imbécil de mí! Si las pía, que no lo hará, será porque quiere algo...
El día de san Isidro escribí a la
fierecilla asilvestrada: “día de primavera. Pienso en abrazarte. Cruje la grava
del camino: vuelve tu marido. La lluvia se escurre sobre mi soledad. Escribo
con frío en la espalda. Cuatro días a solas con la luna. Y sin mi estrella...”
Resultado: que si quieres arroz
Catalina...
En los pocos días/semanas que tuve mi
ilusión viva y tiesa escribía a Violante mensajes apasionados, tiernos y en
cascada. Uno: “pocas cosas más claras me ha ofrecido la vida que esta maravilla
de quererte”. Fue por mí enviado el treinta de marzo.
Lunes 21 mayo. Hoy creo que duerme en
Madrid. Y mañana en Londres. Que la den.
Supongo que la campesina del trastorno
bipolar está en Londres. Ayer noche pasé por delante de su hotel, por si acaso. Me fui enseguidita, con mi
amor-odio acuestas. Nada. Cielo gris, alma gris, mierda y encoñamiento grises.
No dejo de sentir un amargo alivio. En aquellos otros tiempos anteriores a la
caída del último mohicano, mandé este SMS
a la loca de la dehesa: “la única razón que aún asumo es la sinrazón de
amarte furiosamente”. Era cuatro de mayo. Hace ná...
Vuelvo a casa desde el tanatorio.
El 30 de abril escribí a la fuerza
bruta: “dulce tu boca, como la dulce brisa...tú me miraste y me convertí en
suspiro...”.
¿Cuánto dura una pasión? Más o menos lo
que el título de la peli que concursa en Cannes: cuatro meses, tres semanas y
dos días. Igual voy y hago la cuenta exacta. Mas ¿estoy curado o aún sangra la
herida?
No sé si he contado que el día de la
gran crisis final, deposité la maleta de la nena en la consigna de la recepción
del hotel de la bella ciudad marineira, a fin de no ser molestado en mi siesta.
Y por no verla...
Veinticinco de mayo. La entrada del
concierto de Los Sabandeños es del once de abril. La primera vez que follamos
fue el día anterior, después de ir a misa en la isla lejana y verde.
No. No debo mandar SMS, ni tampoco
llamarla. No se me puede olvidar que no la he olvidado...
Lo peor del caso es que ella creerá que
he sido yo quien la eché de mi vera...Contigo no puedo volver, aunque me cueste
el morir.
Canta El Cigala: “a mí me llaman sin razón corazón loco...”
Llueve con encono. Hoy estoy en regresión.
Maldita sea su estampa.
Ahora va y resulta que me paso las
noches soñando con ella. Igual tiene la culpa el cabronazo de El Cigala. Me
obsesiona su canción, con Bebo al piano, que dice: “...se me olvidó que te
olvidé, a mí que nada se me olvida...”. ¡Qué nochecitas! “Se me olvidó que ya
no estás…se me olvidó que te alejé, lejos, muy lejos de mi vida…”.
Además esta tía es capaz de haberme
echado mal de ojo. Gettatura dicen
los napolitanos. Théophile Gautier escribió un relato llamado “Jettatura”, en 1847.
La jota se corresponde con la grafía napolitana original.
Esta notte en La Trainera he cenado en la mesa de al lado de una belleza
pelirroja. ¿Estoy enamorado de todas las pelirrojas?
Ayer recaí en los envíos de mensajes,
vía portable. Ni tan siquiera sé si los lee o los borra antes de... “¡sólo tu
figura, como centella azul, en esta noche oscura!”. ¿Por qué vuelve a la
memoria mía el triste recuerdo del placer perdido? ¿para aumentar mi agonía?
“Los suspiros son aire y al cielo van, las lágrimas son agua y a la mar van”. Y
otros más... En ellos está mi dolor, y también las ruinas de mi memoria...
Espronceda... Bécquer... Epitafio: ESTE HOMBRE QUISO A VIOLANTE Y VIOLANTE ES
QUIEN LE HA MUERTO.
Como quiera que hoy es un puto lunes,
28 de mayo, y que yo estoy harto de escribir una historia que ya no será más,
me parece que voy a dar un bajonazo a este cuento chino, no sin añadir un par
de cosicas.
La primera es lo que dice Philip Roth.
Que la escritura es una forma de vivir lo que no has vivido. Pa’ mi que es la
única forma, no una de entre varias.
Y la
última es que ayer voló hacia su pueblo mi despedida: “Trato de ser
digno en mi derrota y te agradezco, Violante, el regalo fugaz de tu
hermosura”.
A las 05:16:40 de esta madrugada mensajeo a ella: “Perdido
ando, señora, entre la gente. Sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin vida...”.
A las 07:51:55 es ella quien, por primera vez desde la batalla del Miami Park,
me dice por SMS: “Voy a estar cinco días en Madrid ¿cual es tu propuesta?”. Hoy
es martes 29 de mayo. Han pasado días desde la ruptura. Permanezcamos atentos a
nuestras pantallas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero no mi
amor/obsesión por ella. Por ello, y porque me da la realísima gana, voy a
seguir un poco más, hasta que me “jarte”.
********
Lo-Pagán martes cinco de junio. Día revuelto, por dentro y
por fuera. A pesar del viento del norte, me bañaré en la mar salada. Dieta
espiritual y material. En San Pedro del Pinatar (Murcia) parece que desalojan
de la alcaldía a la derecha, que siempre había mangoneado en el ayuntamiento.
Consternación entre mis amigos. No pasa nada, les digo. Alternancia es
democracia.
Vano consuelo. No sé nada. Trataré de
aguantar.
Lo-Pagán miércoles seis de junio. Resisto sin mensajear, y menos llamar, a mi soberbia ex consentida. De las locales,
nadie comparece.
Quique Capri telefonea cariñoso para
elogiar mis Huesitos. Me dice que es muy divertido y que es el libro ideal para
las personas que no leen. Que por ello debería repartirse en los colegios.
Escribo en la terraza del hotel
Neptuno. La polución acústica es superior a la de Caracas. Apenas si hay calma
incluso en las horas confusas de la madrugada. Mi ánimo está fané y
descangallado...
Me traen un médico informático de lo
más plus. No puede conectarme a internet, pero sí desconfigurarme el ordenata.
Largo baño de sales marinas al caer la tarde. Frío en mis entresijos del alma.
El agua del mar, bien, gracias. Se me olvidaba: la doctora Arbusto me ha
mandado a tomar por la retambufa.
Jueves siete de junio. En el restaurante Venezuela figura
expuesto, entre pequeñas piezas arqueológicas cogidas en los pecios de estos
mares, mi último librito. José lo aprecia tanto que lo muestra en vitrina.
¿Leerá mi obrita? No tengo noticias de la fiera sin domar. Ni las tendré.
Me dice mi Elenita que Manoli, la chica
de la limpieza de mi antiguo despacho, está emocionada porque la cito nominatim en “Los huesitos…”. Voy a
terminar escribiendo para mis amigos del pueblo soberano. Exclusivamente.
Hervido, llaman al plato de verduras
locales que me zampo diariamente. Con su chorrito de aceite, virgen, supongo.
Viernes ocho de junio. Ayer tarde, sorpresa. Grande. Me llama
Violante. El motivo explicitado fue contarme el estado actual de las gestiones
vinícolas en las que yo he intervenido en alguna forma. El otro motivo,
implícito, pero transparente, resultó una admonición, más calmada que la del
domingo en que me devolvió el rosario de mi madre, pero igualmente seca y dura. “Tu jubilación,
tu situación familiar. El amor es dar...”. Otra sorpresa. A las 6 de la tarde,
tres horas después, me llama otra vez para leerme, con su bella y entrecortada
voz, la epístola de San Pablo. Entrecortada la voz ya que, a la vez, leía
correos en su ordenata. Siempre hace varias cosas a la vez...una vez hice el
amor con ella, al tiempo que la criatura hablaba con su presidente. Ayer me
volvió a asegurar que se acabó lo nuestro. “Quizá con el tiempo podamos ser
amigos...”. Yo triste y más sereno...Es decir, más resignado. Es cierto que
Violante también me dijo cosas agradables; que mis mensajes poéticos gustarían
a cualquier persona del mundo. Me parece que añadió algo así como que eran tal
y como los ramitos de violetas de la canción de la difunta Cecilia.
Hoy le envío unos versos, que adapto,
de Miguel Hernández. Los que dedica a su compañero del alma, compañero. “A las
aladas almas de las flores del almendro...”
Almuerzo en el puerto deportivo de San Pedro del Pinatar,
invitado por Marisa, que fuera señorita de compañía de la caciquesa de la zona.
Nuestra común nostalgia del pasado y su ceguera política del presente.
Siempre salgo de mi baño en la mar
salada más confortado que antes de pasar la fatigita de entrar. Voy por 40 minutos sin parar.
¿Llegaré a una horita completica?
Abro nuevo documento, pero sigue siendo el mismo puto sábado
nueve de junio, !qué vaina!
En la aurora feliz de nuestros amores,
si tal cosa existió, me contó Violante, con gracia y candor, cómo acaeció su
primer conato de placer sexual. Estudiaba la nenica su ingenieria en los
madriles y, de momento, hasta que se marchó con las monjas al Tagaste, vivía
con una familia amiga de la suya. Un domingo de primavera, estaba solita en
casa, balcones abiertos para disfrutar del sol, y adormilada los rayos
juguetones calentaron su sexo adoles- cente. No sabía qué sentía, pero lo
sentía. Correspondí a su confidencia con la mía. Con el cuento de mi primera e
involuntaria polución nocturna. Mucho más joven ella que yo, en nuestras
familias y colegios el sexo era el gran desconocido. Más que el espíritu santo.
Mi SMS de hoy va de Gil de Biedma.
Ruído y
furia. Así es Lo-Pagán.
Domingo diez de junio. La cena de anoche en El Venezuela, se
saldó con una gran dorada del Mar pequeñico y con mis pupilas inundadas por la
belleza de una mujer del Este. Ella cenaba con un crío pequeño y con un
hombre-mono pequeño y renegrido, con aspecto de guerrillero hindo-malayo. La
preciosa estonia, un suponer, besaba a su hijo, miraba empavorecida al
pre-homínido y, pocas veces, no evitaba mi mirada de varón domado y admirado.
Quede claro que mi atrevimiento se basaba en que el orangután estaba de
espaldas.
Ya no tengo ilusiones, sólo
experiencias. Por eso escribo. Experiencias y recuerdos.
Lunes once de junio. Sigue el muermo vital. El entorno no
ayuda. Calor, ruido, agresividad larvada o explícita. No oigo hablar de
Gamoneda. En la arena de una playa prefabricada y plagada de hongos, reposan al
sol morsas, leones marinos, y focas peludas. Necesito aguas de amor para apagar
mis miedos, escribí ayer a la empresario soldado. Por cierto debo rectificar y
rectifico: Violante tampoco peca de pereza. Antes al contrario, trabaja como
luterana en celo. ¿Demasiado para su estabilidad emocional?
Miércoles trece de junio. Víspera de mi
vuelta a Madrid. Anna acepta una cita vespertina. Violante llamó anoche. Se
muestra amable. Mi último mensaje halagaba su oído: altiva dignidad, prestancia singular, princesa pareces. Así lo
creí un día. Cierto es que ahora me ahoga menos su recuerdo. Las dos alsacianas
de anoche eran más brutas que un arado y, quizás “bollacas”. En éste momento
salta un leveche de cierta contundencia. Rafa me regala el oído y me quita
tiempo de mi toilette. Parece que le ha gustado “Los huesitos…”.
Lo-Pagán es un coñazo hortera y
ruidoso. Madrid está hecho de polvo, sudor y hierro. Aquitania era dulce y
galante.
Jueves catorce de junio. Espero taxi para el aeropuerto. Me
voy al horno de la meseta. En puridad de principios lógicos, no tengo ganas de
estar ni allí ni aquí. Ni allá ni acá. Y si quieren saber de mí pasado, les
diré que llegué de un mundo raro, que no sé del amor y que nunca he llorado.
Ayer desaproveché el viento de leveche para mi
baño, que no me di, ni hoy tampoco, que no me lo daré.
La esfinge del este, bien, gracias. Dos
horas y cuarto de película de piratas en silencio. Es bella y prudente.
¡Lástima de cuatrocientos kilómetros de nada! De Ukrania es la criatura.
Llego a Madrid.
Afortunadamente, llueve y llueve.
Escribo hoy
viernes quince de junio. Anoche, después de su natación, me llamó “Ella”, la
más bella. Voz de conejita cautivadora, que me deja algo perplejo. ¿Hemos
llegado a un punto de desamor que nos permite hablar como si fuéramos bichos
racionales? La criatura me dice que era patente que yo me ponía irritado y
hosco en nuestras antiguas cenas, en las etapas de castigo y no sexo. No quiero
argumentar que sus acres rapapolvos y transferencias de culpas algo tendrían
que ver e influir en mi actitud. No deseo enrarecer el nuevo clima de, aparentemente,
no agresión.
En su llamada anterior, cuando yo
aguardaba al taxi para tomar mi vuelo de regreso, me dijo, entiendo que de
buena fe, que quizás me conviniera charlar con un psicólogo. No digo que no
esté dispuesto, pero... tendría que ser un hombre sabio y culto. Alguien que no
se pareciera a mi primo...y que partiera de algunos principios compartidos conmigo: libertad, laicismo,
espiritualidad sin reli- gión...y algunas otras cosas más.
Retransmisión Open Usa de golf. Me
aburro. La soledad me atenaza. Harto estoy de estar harto. ¿Hay alguien por
ahí? Nadie.
Pues ya es sábado dieciséis de junio. Morbidez, decadencia,
cansancio, aburrimiento.
Ayer mi dosis de envíos líricos volvió
a la inspiración oriental.
Uno decía: “el hombre solitario tiene
las ideas dispersas. Solamente una fija. Una mujer”. Otro: “un solo instante
sin penas vale por el resto de mi vida”. El tercero, ya de madrugada: “abrazo
la almohada en silencio, en la alcoba vacía, abatido...”. Quien ande como yo,
flojo de cuartos traseros, que busque los cuartetos de Baijuyi.
Llueve y llueve. Escribir...ufff!
Sábado 16
de junio. Tarde-noche. La lluvia, que agradezco, sigue y sigue. Y no sólo
detrás de los cristales, que las galerías de casa no son muy estancas.
Domingo
del pipiripingo. Junio 17, creo.
A la
1:32:46 mando a Bordeaux un mensaje escueto: “se agolpan mis sentimientos...”.
No es lo mejor de mi producción, pero esto es lo que hay, teniendo en cuenta
que vivo en conversación con mis difuntos y escucho con mis ojos a los muertos.
También debo advertir que yo no soy la ola que golpea la roca, que soy de carne
y hueso y que por eso los albañiles llevan alpargatas blancas. Llevaban, que
hoy portan Adidas, como cualquier hijo de vecino. Y yo que me alegro infinito,
que nadie me gane ni me empate.
Me
escribe un compañero de mi difunto padre una carta, desde su altura de sabio
centenario, que me conmueve. “Tus libros son expresión acabada de tu
personalidad de escritor, creador de narraciones llenas de vida... el último
rompedor de los moldes habituales por su originalidad y fuerza...”. ¡Luego me
clasifica en la línea clásica de Quevedo o de Vélez de Guevara!
Flor de
Viola, puede ser un título. Según el diccionario de la Real Academia, Viola
es la flor de la violeta; también la del alhelí. Otro que me gusta es:
“Como loto en tierra firme”. El signo zodiacal de Violante es escorpio. Su piedra semipreciosa
es el jaspe sardo.
Afortunadamente,
parece que es ya lunes 18 de junio. El lunes es el segundo peor día de la
semana. El más peor es el domingo. JRJ vivió entre 1901 y 1903 en el número 14
de mi vecina calle del Príncipe de Vergara, en el sanatorio del Rosario, que
sigue vivo. El sanatorio, no JRJ. El mejor poeta del pasado siglo mantuvo allí
tres romances, tres, con tres jóvenes religiosas, tres. ¡Caramba, carambita,
carambera con el maestro! Y decían que era huraño y misógino...
A las
02:07:17 de hoy ha volado al cielo mi última voluntad lírica.
“¿Dónde
están aquellas horas que el amor me dio en tus
brazos?”.
Violante me ordena desde Burdeos
“escríbeme sólo lindos pensamientos”.
Es martes
19 del mismo mes que ayer. Suelto una cascada de lirismos, unos propios y otros
de cuando yo leía, transformados en los dentros de mi caletre. “Tú, animal
hembra, mujer de otro...”. Francamente, no sé si es de JRJ, de Vallejo, o mío.
Tengo la agridulce sensación de que Violeta está jugando. ¿A la ruleta rusa?
Una pequeña objeción: el cañón de su revólver descansa sobre mi sien derecha.
“Animal
hembra”, puede ser un título contundente. Igual desagrada a las feministas sin
sentido del humor. Lo cual como que es argumento añadido a favor de dicho
titulo.
Robin
Lane Fox, historiador en la universidad de Oxford, dice hoy en el papel que
“con la llegada del cristianismo se introdujo en el mundo el dominio del pecado
y se habló de la salvación de los cuerpos, ese tremendo absurdo”. En mis libros
de religión tal absurdo era aún más duro: “la resurrección de la carne”, se
decía. No entiendo “ná”.
Si lo
importante es el alma, ¿para qué queremos el cuerpo en la otra vida?
Si hoy es
20 de junio, será miércoles en Dinamarca, supongo.
Voy
avanzando en el camino del olvido. Poco a poco. No quiero retroceder hacia la
ex consentida, ni siquiera para tomar impulso hasta el paraíso del profeta.
Jueves 21
de junio.
Serrat, el maestro, me susurra tres de
sus genialidades “me gusta todo de ti, pero tu no. Tú no”. “¡Ay desamor, negro
desamor, feroz desamor...!”. Además me da su permisito para traer al agua de mi
molino otra joyita: “Rescaté tu medallón/ del cubo de la basura/ para hacerme
un corazón/ de bisutería pura...”.
Comprobado.
“Animal hembra”, lo utilizó Juan Ramón Jiménez.
FIN