(fotos del autor)
Röhmer lleva razón: «Somos viejos cuando ya no sentimos la necesidad de seducir. Seducir por seducir…no importa cómo acabe…».
Ámbar, cuando estaba con un hombre, siempre mantenía la voluntad de preservar su soledad. Para mí lo peor ha sido, y es, aguantar a los que de ella se enamoran. Alguien, y tengo un sospechoso muy prometedor, ha corrido el rumor de que yo entiendo a fondo a Ámbar y que soy su único confidente. Por ello, y desde hace tiempo, nunca hablo de ella con nadie. Sólo conmigo mismo, cuando bebo. Ya no somos inocentes.
El amor será, es, efímero. Pero, en verdad, yo quiero a Ella desde Atapuerca.