( foto hecha por mí en La Habana )
"¿Era Chéjov creyente? Él mismo, a juzgar por sus cartas, se consideraba ateo. Decía que había perdido la fe y que, en general, no creía en la fe de los intelectuales. No hace mucho, una persona que le conocía muy bien, me contaba que una vez, mientras estaban pescando, tocaron a misa. Chéjov se volvió hacia él con las siguientes palabras:
""El amor por ese tañido es lo único que queda de mi fe""
( I. N.Altshuller, en Sobre Chéjov )
"A Chéjov no le gustaba hablar de religión. Pero no fue ajeno a la poesía que acompaña la fe. El sonido de la campana del monasterio en el crepúsculo vespertino, los destellos del sol en las cruces lejanas...todo eso Chéjov lo entendía..."
( M.O. Ménshikov,en Memoria de A.P. Chéjov )
En mi opinión de veterano buceador en la obra de Chéjov, en sus relatos y cuentos y en su maravilloso teatro, el maestro, nacido en Tanganrog, a orillas del mar Azov, manifiesta su comprensión de la fe popular por entender que forma parte de la vida tradicional del pueblo ruso. Su aprecio por la fe popular y su autocalificación de no creyente, en su condición de médico e intelectual, son perfectamente compatibles. Yo lo entiendo muy bien: su madre tenía esa fe "del carbonero". Y madre no hay más que una.
( los textos citados provienen de una biografía de reciente aparición, titulada "Chéjov en vida" de Ígor N. Sujij. El párrafo final es de mi cosecha )
El sonido la las campanas es único... Amor en la eternidad del tiempo, su sonido lo impregna todo en el silencio y lo hace eco...de alegrías y tristezas doblan las campanas.
ResponderEliminarUn abrazo fraternal de gloria para ti amigo.
Querida María de los Ángeles: ¡Siempre al quite!
ResponderEliminarEres de la estirpe de los arcángeles. Abrazos granadinos.
Completamente de acuerdo con tu valoración de Chéjov. No puede ser de otra manera ya que no se puede convertir en materia literaria aquello que ni se conoce ni se tiene fe en su conocimiento. Y conocer el eco de los tañidos de las campanas supone un entendimiento superado y aceptado.
ResponderEliminarEspléndido tañido amoroso el tuyo.
Un abrazo agnóstico.
Eres bueno concluyendo ¿eh?, lo has clavado.
ResponderEliminarBesos
En un escritor de la altura de Chejov, con su extraordinaria comprensión de la psicología humana, la integración de la fe y de los ritos religiosos fue natural y a veces contradictoria ¿quién no lo es? Cuenta Rosamund Bartlett en la biografía: Chéjov, escenas de una vida, que cuando se casó con Olga, quiso hacerlo por la iglesia a pesar de que su hermana hizo todo lo posible para evitarlo.
ResponderEliminarLa cuestión es que la fe - ese sentimiento de lo sobrenatural- tiene tantos pliegues que en alguien que la negaba, como Chejov, también la invocaba a través de sus personajes, tan humanos que nos encogen el alma con sus penas.
Así es, Marisa amiga, así es: "No sé qué es lo que significan la eternidad, la infinitud, no se me ocurre nada, absolutamente nada. La vida en el más allá es para mí algo, gélido, frío, mudo..." Son palabras literales del maestro. Abrazos de agnóstico que respeta y espera ser respetado.
ResponderEliminarAmaltea, llevas razón. Las personas que hemos sido educadas en las tradiciones y prácticas de la fe religiosa no tenemos por qué prescindir de ellas en nuestros quehaceres diarios, como referente cultural o como lo quieras llamar. Lo más difícil de sobrellevar son las instituciones y profesionales que se consideran representantes e intermediarios entre lo sagrado y los hombres. AMALTEA, tus opiniones elevan incluso los asuntos de por sí intrincados y sembrados de espinas...
ResponderEliminar¡Gracias María! Chéjov es entrañable...como tú y tus cosas. Besos.
ResponderEliminarEl sonido de las campanas es como un sonido nostálgico...cada día lo escuchamos más como un anacronismo...Chéjov lo interpretó como un reclamo comercial...dejando en el punto más álgido cada una de sus entregas...cada uno juega sus cartas...y Chéjov sabía que el sonido de las campanas convoca a movilizar la fe de las gentes...
ResponderEliminarUn beso.
PD: Manuel, últimamente te noto muy introspectivo.
Arriba las tradiciones y todo aquello que sea elección personal pues como tales siempre son dignas y respetables, incluídos por supuesto (faltaría más) el agnosticismo, ateímo y confesiones varias.
ResponderEliminarBesos agnósticos.
Manuel, tardé un tiempo en saber que ese faro acústico llamado campana, no sólo anunciaba alarmas y peligros sino júbilos. Que repiquen cada media hora, antes de que oscurezca y la densa neblina nos impida ver el camino de vuelta.
ResponderEliminarUn abrazo sin otro añadido que el de grande y sincero.